Día Nacional de la Epilepsia
El Día nacional de la Epilepsia es una fecha especial para nosotros ya que ponemos lo mejor de nuestra parte para conseguir que la sociedad comprenda las consecuencias de esta enfermedad y la posibilidad de conseguir apoyo moral, emocional y económico para seguir adelante con nuestro objetivo. Decir que esta es una enfermedad que no puede marginar a nadie ya que le puede ocurrir a cualquiera. Aun así, desgraciadamente en este país y a nivel internacional, los seres humanos que padecemos esta enfermedad somos discriminados por falta de sensibilidad, de información y – como no – en muchas ocasiones por crueldad. Nuestra tarea consistirá pues en conseguir que estas personas puedan realizar una vida normal para poder desarrollar sus objetivos de un modo completamente normal.
La Epilepsia afecta en España a más de 400.000 personas; es decir, que en torno al 1% de la población en nuestro país padece actualmente esta enfermedad. Aunque los síntomas pueden presentarse a cualquier edad, en torno a un 80% de los casos se manifiesta antes de los 12 años. También es más frecuente su aparición durante la tercera edad, probablemente asociada a la falta de riego sanguíneo. Sin embargo, todavía se desconoce en muchos casos el origen, lo que implica que todos somos candidatos a padecerla.
En el mundo, un total de 50 millones de habitantes conviven diariamente con la epilepsia y, aunque existen circunstancias como cambios hormonales o la falta de sueño que la acentúan, esta patología afecta por igual en todos los países, a ambos sexos y razas.
Cada año se diagnostican en España una media de 20.000 nuevos casos, unos dos millones de nuevos pacientes a nivel mundial, y aunque ésta es una de las patologías crónicas más comunes, a día de hoy, las pacientes con epilepsia deben hacer frente a un grave estigma social derivado del desconocimiento. Sin embargo, el 80% de los afectados están controlados por fármacos antiepilépticos y hacen una vida completamente normal. El otro 20% de las epilepsias resultan resistentes a la medicación y por tanto son más difíciles de controlar, pero también pueden beneficiarse de otras posibilidades como la cirugía o la estimulación vagal. Aún cuando las crisis no se puedan controlar, el objetivo siempre debe ser mejorar la calidad de vida del afectado y de su familia.
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